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"La tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar", esa fue la frase de Pedro Domingo Murillo quien el 16 de julio de 1809 organizó la más bella revolución donde los paceños lograron romper el orden legalmente constituido y hasta se atrevieron a redactar una nueva Constitución para dar paso al nacimiento de un nuevo Estado.
Todo comenzó la tarde del domingo 16 de julio de 1809, esa noche, un grupo de rebeldes se levantó contra la corona española mientras la gente comenzaba a celebrar la velada fiesta de la Virgen de Carmen con ponches y sucumbes.
Mientras eso sucedía, los rebeldes dirigidos por Pedro Domingo Murillo, tomaron el cuartel de Veteranos aproximadamente a las 19.00 horas, justo cuando los soldados participaban de la clásica procesión.
En aquellos días, los paceños estaban cansados de tolerar los impuestos que imponían los gobernantes por lo que los criollos, mestizos, campesinos, indígenas y negros se sumaron a la lucha a sin problemas.
Encender la chispa de la revolución fue fácil, porque España estaba siendo invadida por Napoleón y al Rey poco le estaba interesando lo que pasaba en sus colonias instalas en América. “Abajo Fernando VII; Viva la revolución; Abajo la corona; Viva la libertad”, decían los paceños mientras tomaban las instituciones públicas.
Después de tomar el control de la urbe paceña, la población se concentró en la Plaza Mayor donde gritaban a todo pulmón: “Abajo el mal Gobierno!” “¡Mueran los chapetones!”.
Actos seguido, los rebeldes instalaron un Cabildo Abierto donde depusieron al gobernador Tadeo Dávila y al obispo Remigio de la Santa. Después fueron a quemar las oficinas de impuestos e instalaron la Junta Tuitiva para reemplazar al Gobierno.
El 24 de julio los revolucionarios consolidan su Junta Tuitiva, con el objetivo de consolidar un nuevo Estado y comienzan a promulgar las primeras normas inspiradas en la “libertad, igualdad y justicia” y anulan la esclavitud.
“Compatriotas: hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria (…) hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”, dice la proclama de la libertad y así los paceños comenzaban gestar el surgimiento de un nuevo Estado y hasta comenzaron a redactar una Constitución de 10 artículos.
EL FINAL
A los pocos días, el virrey de Perú, Fernando Abascal, envió a uno de sus mejores soldados Jose Manuel Goyeneche quien tenía la única misión de apastar la revolución y así captura a 10 líderes paceños, entre los cuales estaba Pedro Domingo Murillo contra quienes emitió una sentencia para que fueran ahorcados sindicados por el delito de “alta traición, subversores del orden público e infames”.
Goyeneche llegó acompañado de 5.000 hombres quienes ejecutaron una despiadada represión, después persiguió a los revolucionarios hasta Los Yungas donde habían escapado, al final cantó victoria y ahí murió la intención de crear un nuevo Estado.
El GOBIERNO
El Gobierno de la Revolución estaba presidido Pedro Domingo Murillo; Vocales: José Antonio Medina, Melchor León de la Barra, Antonio Ávila, Juan Manuel Mercado, Gregorio García Lanza, Juan Basilio Catacora, Juan de la Cruz Monje; Secretarios: Sebastián Aparicio, Juan Manuel Cáceres.
LA DERROTA
El 29 de enero del 1810, la Junta Tuitiva fue disuelta, simultáneamente, Murillo y sus colaboradores fueron ahorcados. El líder de la sublevación, antes de morir pronunció la frase que lo inmortalizó: “La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar”.