- Seguridad
Los secuestradores pidieron la suma de 300 mil dólares americanos por la vida del ciudadano peruano.
En la comunidad La Enconada, en el municipio de Ichilo, se vive con el “Jesús en la boca”, luego de que el pasado fin de semana, encapuchados armados hasta los dientes causaron terror al secuestrar a un súbdito extranjero a plena luz del día y en plena calle.
Un comando de al menos cinco hombres armados, protagonizaron un espectáculo de violencia y destruyeron la calma con el poder de su motor de un vehículo blanco que se detuvo frente a una vivienda, según se pueden observar en las imágenes de las cámaras de seguridad.
De motorizado descendieron las figuras encapuchadas, moviéndose con una sinergia aterradora. Portaban armas largas y vestían indumentaria idéntica a la utilizada por las fuerzas del orden, un disfraz siniestro que añadió una capa de confusión y desesperanza al horror.
Sin vacilar, los sujetos irrumpieron en la propiedad. Las cámaras instaladas en las calles, testigos silenciosos, captaron cada segundo de la invasión. Las imágenes muestran cómo el grupo, con movimientos fríos y decididos, encañonó a los habitantes que se encontraban dentro, reduciéndolos a un estado de parálisis total bajo la amenaza de los cañones.
Entre el grupo aterrorizado, los ojos enmascarados identificaron a su objetivo. Se trataba de un hombre de nacionalidad peruana, cuyo destino cambió en un instante. Las armas se concentraron en él mientras manos fuertes lo agarraban. No hubo diálogo, solo la fuerza bruta y la intimidación absoluta del metal contra la carne.
Manteniendo sus fusiles y pistolas apuntados hacia los testigos inmovilizados, los encapuchados arrastraron a la víctima fuera de la casa. El hombre fue introducido a la fuerza en el vehículo blanco, una cápsula de terror que cerró sus puertas sobre su libertad. La operación, rápida y brutal, no duró más de unos minutos.
El vehículo fantasma se desvaneció en el camino, dejando atrás un silencio cargado de trauma. Las cámaras, sin embargo, habían grabado la esencia del mal: los movimientos coordinados, las armas, los encapuchados con ropa de operativo, un sello de impunidad y profesionalismo delictivo.
Horas más tarde, el silencio se volvió a quebrar con una llamada telefónica. Los presuntos secuestradores establecieron contacto con el entorno cercano a la víctima y su demanda fue fría y clara: “queremos 300 mil dólares estadounidenses por su vida”. La cifra, exorbitante, resonó como un eco siniestro en los oídos de los negociadores.
En un macabro juego psicológico, los captores luego redujeron la exigencia a 200 mil dólares, pero ese movimiento, lejos de ser un gesto de benevolencia, evidenció una negociación calculada para asegurar el pago, manteniendo a la familia en un vaivén de esperanza y desesperación.
Los agentes de la Policía Boliviana, tras la denuncia interpuesta ante el Ministerio Público, inició de inmediato una investigación. Los policías de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) se desplegaron en La Enconada, recogieron las imágenes del circuito cerrado y comenzaron la búsqueda del vehículo y sus ocupantes.
Aún se desconoce el paradero de la víctima, mientras los equipos investigativos trabajan, la comunidad de Ichilo mira con recelo a cada vehículo blanco que pasa. El secuestro del ciudadano peruano no es solo un caso a resolver; es la materialización de un miedo colectivo que se extiende en todo el país y donde la ola delincuencial no para hasta la fecha.